martes, 20 de enero de 2015

Wat Phrathat Doi Suthep, tigres y tribus


Wat Phrathat Doi Suthep, tigres y tribus


Amanece el día lluvioso en Chiang Mai, tenemos una excursión en autobús por delante para subir a la montaña que alberga el templo más importante de la zona.

Wat Phrathat Doi Suthep

Cuenta la leyenda que un monje llamado Sumanathera de Sukhotai tuvo un sueño, en el le decían que fuera a Pang Cha a buscar una reliquia, así que fue y al volver dijo que había encontrado un hueso de Buda, así que se la llevo al rey Dharmmaraja, pero él no creyó en las propiedades mágicas de la reliquia. Sin embargo el rey King Nu Naone del reino de Lanna escucho hablar de ella y le pidió al monje que se la trajera. Al llevársela la pieza se dividió en dos pedazos, el más grande se puso en la parte más alta de un templo en Suandok. la otra parte fue puesta por el mismísimo rey en la espalda de un elefante blanco, al que se dejo libre por la selva. Se dice que el elefante empezó a subir montaña arriba hasta Doi Suthep, en aquella época llamado Doi Aoy Chang (Montaña del elefante de azúcar) e hizo sonar su trompa tres veces andes que caer muerto en el sitio. Fue considerado una señal y el rey mando la construcción de un templo en el lugar.


La carretera que nos lleva desde la ciudad hasta el templo en la montaña es muy sinuosa, eso sí entre vueltas y revueltas pudimos empezar a entrever lo que es la verdadera selva tailandesa, con sus inevitables alusiones a Frank de la jungla. Nos comentan que todos los habitantes de la ciudad al menos una vez en la vida deben de subir esta montaña andando y son muchos kilómetros.

Cuando llegamos a el templo hay dos formas de subir a él, o en funicular (unos 50 thb) o por la larguísima escalera, 300 escalones. Nosotros usamos la primera opción para subir y la segunda para bajar. El templo nos recibe con una finísima lluvia que no logra desmerecer la belleza del lugar. Dimos primero una vuelta por la parte exterior, donde hay unas bonitas vistas a la ciudad y después, convenientemente descalzados, pasamos a la parte central den templo.

Esta parte central es una plaza cuadrada con soportales y edificios a los lados y en el centro un espectacular Chedi dorado flanqueado por cuatro parasoles del mismo tono metálico. Nos explicaron que cada día de la semana tiene una representación de buda diferente, ya sea sentado o tumbado. Nos acercamos a una zona donde un monje nos bendijo, una ceremonia curiosa en la que tienes que acercarte a el de rodillas, nunca darle la espalda, ni estar más alto que el. Te pone un cordón de algodón en la muñeca derecha que debes tener hasta que se te caiga (aun lo conservo)y te rocía con gotas de agua mientras recita un mantra. las chicas por la prohibición que tiene los hombres santos de tocarlas se contentan con que el cordón se lo coloque un subalterno.





Después de la visita a la parte central y vueltos a calzar, bajamos la magnífica escalera de la que no puedes dejar de sacar una foto a sus pies. Allí me encontré una curiosa estatua del dios hindú Ganesha.

Desde allí visitamos un taller de artesanía local, donde hacían las típicas sombrillas de papel, abanicos y todo tipo de complementos pintados a mano, fue muy curioso ver como lo hacen y saber que, en algunos casos, utilizan excrementos de elefante para convertir las sombrillas en impermeables. con un poco de imaginación te podías llevar un suvenir único ya que había toda una serie de artistas que te ofrecían sus muestras para después plasmarlo sobre la superficie que tu eligieras.


Sufrí otra insulsa visita a un taller de joyería gubernamental del que solo sacamos dos cosas, el primer contacto con una típica lady-boy tailandesa, y mi mujer unos anillos de diferentes materiales(desde plata hasta jade) a precios de risa.

A continuación de la comida organizamos unos cuantos miembro del grupo un viaje a ver los famosos tigres y a la tribu de las mujeres jirafa, ya que no los veríamos dentro del recorrido programado. Subimos en una típica furgoneta tailandesa súper preparada para este tipo de viajes con comodísimos asientos y al menos 12 plazas y encaramos el camino hacia la reserva de tigres.

Tiger Kingdom

Tengo que decir que este centro es supuestamente para la repoblación de tigres salvajes en el país, y aunque seguramente cumplirá su cometido, está totalmente orientado a sacarle la pasta al turista, teniendo que pagar un canon por visitar los tigres dependiendo la edad que tengan. Nosotros pagamos por ver a los más pequeños y a los más grandes. No aseguraron que estaban totalmente lucidos y que no usaban tranquilizantes con ellos, que la pereza que aparentemente tenían se debía a que al estar muy bien alimentados este tipo de felinos eran así, personalmente no salí con todas mis dudas despejadas.

Una vez dicho todo esto tengo que admitir que la experiencia de compartir jaula con estos animales, tanto los cachorros como los enormes adultos, fue indescriptible, un imprescindible en mi agenda.





A poca distancia de allí nuestro conductor nos llevo a un poblado que, previo pago de su entrada, visitamos.

Mujeres Jirafa

Esta tribu sin patria, ya que son Tibeto-birmanas, subsisten gracias a estas atracciones turísticas, todo el poblado era una gran tienda de suvenires, cosa que desdramatiza su situación y la hace de apariencia infinitamente menos autentica. Aun así ver a las mujeres con esas deformaciones en los cuellos, conocer un poco su historia y sus tradiciones fue algo curioso. Tuvimos la suerte de coincidir con una mujer que es la imagen de muchas campañas publicitarias de esta tribu, fue impresionante verla. 
Mi conclusión de esta visita es que la única razón venir es que te pille muy cerca y te sobre tiempo o que tengas un interés inusitado en este tipo de tradiciones.

De vuelta a la ciudad mi mujer y yo dimos una vuelta por el mercado nocturno de Chiang Mai, hicimos diferentes compras. como nota de viajeros, todos los precios de salida eran mucho más baratos que los de  Bangkok. Después  dimos un agradable paseo en tuk tuk hasta el hotel, no sin antes una bonita dosis de regateo.


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